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A todas mis amigas del pasado, presente y futuro. Y a todas las mujeres que se sienten solas. (Articulo escrito originalmente en inglés aquí )


Como educadora perinatal podría decir que es porque producimos oxitocina cuando nos juntamos. La oxitocina es la hormona a la que solía referirme en mis clases como la “hormona hippie”, ya sabéis...Paz y amor. Sí, la que sientes cuando abrazas a alguien durante al menos 7 segundos y la que producimos cuando escuchamos una historia que tiene un comienzo, una especie de clímax y un desenlace. La hormona de los orgasmos.

Todos producimos oxitocina, pero parece que las mujeres la producimos simplemente estando juntas.

Pero como mujer y madre de 47 años puedo dar razones que van más allá de lo físico.


En mi caso en particular, crecí en un colegio de monjas católicas en España (no había muchas alternativas por aquel entonces) en el que sólo había chicas, en casa mi familia no era religiosa así que pese a la educación escolar, o quizá por ella me convertí en una ferviente atea desde muy temprana edad. Y entre eso y que no vi nada positivo en estar sólo con chicas cuando el mundo me estaba educando para querer ser admirada y perseguida por los hombres para los que tenía que decorarme, no vi ningún sentido a estar en semejante lugar. Así que me sentí liberada cuando llegué por fin al instituto, donde abracé la idea de ser admirada como un objeto, desarrollé un aspecto que estuviera lo más alejado posible de la represión del colegio de monjas y me convertí en bailarina en discotecas, camarera en los lugares de moda más populares y seguí (en parte como resultado de traumas) a cualquier tío que simplemente me se fijara en mi, así que finalmente me convertí en un objeto deseable.





Las pequeñas decisiones que tomé entonces se basaron en lo que se considera "romántico", y que se consume en canciones, cuentos y películas desde temprana edad. Nunca pensé ni por un segundo en lo que yo quería, mi pensamiento era más en la línea de "quién quería que me quisiera" o "qué hacer para que me quisieran o se fijaran en mí". Ahora lo pienso y me parece una tragedia.


Vine a Londres siguiendo a mi novio de aquellos días, pero abusó de mí y lo dejé. Lo absurdo, y que aun me avergüenza, fue que no lo dejé por el abuso, lo dejé porque ese mismo día alguien me dijo que había estado con otras mujeres. A eso siguió un período de estar bastante perdida, en el que aprendí de la manera más brutal, que evidentemente me había convertido en un objeto y que hacerme daño era por tanto algo aceptable para los hombres. Fui drogada y violada por mis compañeros de piso.


De lo que me doy cuenta ahora, es de que no tuve amigas durante todos esos años, y ni tan siquiera lo pensé. Estaba sola porque era una víctima, era una víctima porque estaba sola. Para una mujer, estar sola en el patriarcado significa estar sin un hombre, ¿alguna vez has notado como los chicos nos dicen eso de: "¿Dónde vais tan solas ?" Cuando estás con tu amiga o amigas por ahí de fiesta o simplemente en un bar.

Pero la realidad de la que no se habla es que las mujeres estamos peligrosamente solas cuando se nos separa de otras mujeres, de nuestras redes, de nuestras comadres, y yo no sabía lo peligrosamente sola que estaba por aquel entonces.


Obviamente en la pre-programación que sucede durante la cautividad patriarcal, yo había aprendido a través de mucha propaganda que las mujeres no pueden ser amigas de verdad, ya que siempre estamos en competencia por un hombre, el que por supuesto nos gobierna y elige, el que decide.

Y por aquella época aun no había sabido apreciar a las únicas amigas que tuve en el colegio, y las aparqué en algún lugar lejano junto con los recuerdos de mis días de infancia. Ahora vivía en Londres, molaba, era joven, independiente y libre, o al menos eso pensaba yo.



Después de muchos altibajos, aquí ando aun luchando por salir del traumático viaje en la montaña rusa a toda velocidad, que he aprendido a disfrazar de vida.


Podría contaros muchas historias que se parecerían a una existencia ordinaria, "conocí a mi pareja hace 25 años, tuve 3 hijos, nos mudamos a Escocia durante el confinamiento... " Pero la realidad es que desde que me mudé a Glasgow, en una situación muy dura, personal y socialmente. A veces, me siento extremadamente sola, me doy cuenta de que extraño a "mis mujeres", mis amigas en Londres, con las que iba al pub de vez en cuando y con las que hablaba de todo. Y todavía extraño a mis amigas del colegio, quienes fueron lo suficientemente amables y sabias como para saber que eventualmente regresaría con mi ego bien guardado y sintiéndome extremadamente afortunada de tenerlas en mi vida cuando la risa se me acaba, algo que al hacerme vieja, parece suceder más y más a menudo.

Cuando me río con ellas me siento como si volviera a tener ocho años. Y nos reímos tanto que me llega a doler la cabeza.

Sólo con la edad me he podido dar cuenta de que el espacio más democrático que conozco es el grupo de cuatro mujeres de mediana edad que hemos creado durante más de cuarenta años de amistad. No podríamos ser más diferentes ni querernos más.


Fueron otras mujeres, lo que necesité cuando me quedé embarazada hace veinte años. Quería que las mujeres de mi árbol genealógico volvieran de entre los muertos y me dijeran cómo se suponía que se hacía aquello de parir.

Y necesitaba mujeres, y ni siquiera lo sabía, cuando sufrí depresión posparto dos veces.

Años más tarde, profesionalmente descubrí que existen estadísticas sobre cómo las mujeres que viven en comunidades fuertes no sufren de depresión posparto.


Probablemente fue mientras me convertía en activista y hacía campañas en redes que sin pensarlo comencé a crear comunidades de mujeres, con algunas de ellas he hecho activismo en varios casos y ahora somos alrededor de unas cuarenta mil si junto todas mis cuentas en redes sociales.


Y nuevamente, cuando impartía clases de embarazadas, creaba redes de mujeres. De vez en cuando me encuentro con alguna de ellas en la calle e invariablemente me dice: “¿sabes? todavía nos encontramos, estuve con ellas la semana pasada, no sé que hubiera hecho sin ellas”.

Comencé mi trabajo como educadora perinatal hace más de una década sintiéndome ofendida de que con todo mi conocimiento y tres años de estudios, la gente me viera como la del "baby club" o la del grupo de madres y bebés, terminé pensando que lo único que me importaba después de ocho sesiones era que el grupo se vinculara lo suficiente como para que las mujeres tuvieran una red sin prejuicios que las sostuviera en su maternidad.


La gente me ve fuerte y segura de mi misma. Creen que hablo de lo que sé y tengo en abundancia. Pero en realidad promuevo lo que necesito. Hablo de lo que me falta.

He estado buscando a las mías durante tanto tiempo sin darme cuenta de algo obvio que tenía delante de las narices, las mujeres nunca estamos realmente solas, nos dicen que lo estamos.

Me encantó una foto viral que vi en algún sitio y decía "mujeres apoyémonos como lo hacemos en los baños de la disco" ¡Deberíamos!


Recientemente decidí probar algo diferente para animarme, y fui a una clase tipo "cardio dance", cuando vivía en Londres solía ir a una donde el profesor, era un chico joven atractivo con un cuerpo esculpido por el baile, se movía de una manera que la mayoría de nosotros, simples mortales, nunca llegaríamos a conseguir, mientras saltaba entre las mujeres de manera sexual desencadenando todo tipo de reacciones que ahora entiendo como comportamientos aprendidos que usamos como mecanismo de defensa en la supuesta jerarquía en la que existimos.

Un hombre y unas 20 mujeres y, sin embargo, era un espacio masculino, y después de cada clase me sentía hecha polvo porque ya no era lo suficientemente buena bailando, ni mi cuerpo era el mismo. Y me quejaba un millón de veces de las letras misóginas de reaggeton que estaban en español y por lo tanto era la única que las tenía que aguantar en el espacio anglosajón. Y así fue cómo me dí cuenta de que ya no era el viejo objeto atractivo, pero estaba en un espacio que quería que yo fuera eso, mi transición había comenzado y me dirigía sin remedio al otro estereotipo en el que se desecha a las mujeres "la vieja gruñona".


Así que no sin pocas inseguridades tras aquella experiencia, ahora ya menopausica, me apunté a una nueva clase en los suburbios de Glasgow y al llegar vi que todas eran mujeres, en su mayoría de mi edad o mayores, y era un espacio tan acogedor, había cuerpos como el mío, mujeres como yo, y una maestra que lejos de dar un espectáculo, nos recordaba que éramos libres de hacerlo como pudiéramos y quisiéramos. Y cada penique se destina a mejorar la calidad de vida de pacientes con cáncer. Y la clase se me hizo tan agradable que simplemente me reí bailando por la seguridad y la comodidad de estar con otras mujeres de mediana edad bailando juntas.


Inmediatamente me sentí mejor.

Lo que me recordó algo que había ocurrido con mis amigas del colegio. La última vez que nos vimos en España, hablamos de varias dolencias, algunas andábamos a la espera de citas médicas. Unas semanas


más tarde nos preguntamos por WhatsApp y todas estábamos bien.

Una de nosotras dijo: “Pues parece que necesitábamos vernos y reírnos más de lo que creíamos” (la prueba de la risa en la foto adjunta).



¡Mujeres científicas, necesitamos más investigación sobre el impacto de las redes de mujeres en la salud de las mujeres, por favor! Y sobre el placer de las mujeres, ya que estamos, anoche aprendí de mi amiga Elaine Miller en su show cómico en el festival de Edimburgo que el conocimiento de que el clítoris tiene 8,000 terminaciones nerviosas ni siquiera ha sido investigado en mujeres. ¡¡Fue algo que descubrió un psiquiatra después de diseccionar el clítoris de ovejas!!







Ahora que estoy mayoritariamente entre mujeres, ahora que activamente busco la compañía y los espacios de mujeres, me he unido a FiLiA, una organización feminista exclusivamente de mujeres que organiza la conferencia feminista más grande de Europa. Podría decir que me uní a ellas porque quiero la liberación de la mujer, porque soy feminista, porque admiro su trabajo. Podría decir que me uní a ellas porque estaba cansada o impaciente, o ambas cosas, de luchar sola como activista contra el patriarcado.

Pero el otro día recordé por qué me uní a FiLiA, mis compañeras no lo saben, pero recientemente toqué fondo cuando me di un puñetazo en la cara. y tuve que aceptar el hecho de que me autolesioné.


Los dos últimos años han sido asquerosamente horribles, y he tenido que luchar mucho últimamente debido a traumas y circunstancias personales, y aunque estoy en terapia pero también muy cansada de ser una superviviente.

Ese horrible día de la semana pasada, estaba llorando tanto que ni siquiera sabía por qué estaba llorando. Lloré con alguien en una oficina, lloré con la recepcionista de la consulta de mi médico de cabecera, lloré con alguien en Marks & Spencer y con una voluntaria en una línea de ayuda para personas que luchan contra la ansiedad. Y luego a las 4 de la tarde me sequé las lágrimas y me preparé para una reunión con un pequeño equipo de FiLiA con el que estoy trabajando en un proyecto específico.


Me sentía responsable, no quería cancelar la reunión (esa semana ya lo había hecho).

La videoconferencia se abrió en mi pantalla y el audio no funcionaba, pero pude ver a las tres mujeres riéndose, yo no me reía. Empecé a llorar y a disculparme. Me dijeron que llorase si lo necesitaba y que escucharían todo lo que necesitase compartir, que aparcaramos la reunión de trabajo y que lo más importante era acompañarme. E hicieron lo que siempre han hecho las mujeres brillantes en mi vida, simplemente reconocieron mi dolor, me dieron ideas, me hicieron reír, compartieron lo que es igual en nosotras, nuestra lucha y nuestra alegría.

Y finalmente nos reímos. Me sequé las lágrimas y de la manera más natural, pasamos a nuestros temas de trabajo y me sentí bien de nuevo. Me sacaron de mi desesperación y no puedo decir exactamente cómo lo lograron, pero supongo que estando allí cuando las necesitaba y mostrándome el espejo de la sororidad que todas sujetamos para las otras, recordándome quien soy.


Por ejemplo, gracias a Lisa-Marie (cofundadora y directora ejecutiva de FiLiA) recuerdo que no necesito decir "lo siento" tanto. Y a pesar de mi conocimiento teórico de las organizaciones feministas horizontales y colectivas, en FiLiA, rápidamente me he dado cuenta de que todavía tengo mucho que aprender, lo supe cuando me afanaba por encontrar una única fuente de poder que me dijera lo que tenía que hacer.

O cuando me sentía mal por intentar hacer demasiado y no supe escuchar la frase que todas dicen en FiLiA: “¡si no puedes hacerlo, simplemente mándamelo de vuelta y yo me ocupo!”. No mandaba nada de vuelta. Ahora me doy cuenta de que no sabía cómo.

Había estado haciendo todo yo por mi cuenta, y tratando siempre de probar algo. Quería hacerlo todo, quería impresionar, quería ser capaz y estar disponible, como he aprendido siempre, quería ser querida…

Ser parte de un colectivo de mujeres me ha enseñado lecciones indispensables sobre mí misma.

Estoy bajando otra guardia una vez más, aprendiendo a ser vulnerable y ser vista por lo que soy en la seguridad de estar con aquellas que son como yo. La paradoja es que el “yo” no importa en el “nosotras” que hace que cada una de nosotras importe.

Cada una de las mujeres en FiLiA es simplemente increíblemente inspiradora. Es como una liga de superheroinas, sólo que mejor porque son reales. ¡Estoy muy orgullosa y emocionada de saber que finalmente las conoceré en la conferencia! Y aprovecho para confesar que a pesar de la increíble variedad de temas imperdibles que se van a tratar en el evento, la fiesta exclusiva para mujeres es lo que más me apetece en estos momentos.


Ahora entiendo que cuando era niña estábamos en un espacio totalmente femenino por los hombres. Ahora estoy en un espacio completamente femenino por las mujeres.

Y por eso me uní a FiLiA porque no quiero volver a olvidar nunca más quién soy.

Soy mujer y soy poderosa por mí y por ellas.

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Foto del escritor: Mara rOMara rO

Actualizado: 13 feb 2023



Acabo de ver este tweet en el que un hombre cuenta cómo se ha infiltrado en los probadores de la lencería Victoria Secret al probar a ver qué pasaba si decía que se identificaba como mujer. Con cara de no creerse que le hayan dado un premio se ha hecho esta foto en el probador y la ha colgado en Twitter. Sus amigotes le han felicitado.




A mi me ha venido a la cabeza de inmediato la frase de la canción de Pulp, Common People, 'Cause everybody hates a tourist. Especially one who thinks it's all such a laugh”

Traduzco: “Porque todo el mundo odia al turista, especialmente a aquel que piensa que todo es graciosisímo”


Y he pensado que en el privilegio que reclaman una y otra vez quienes defienden que se sienten mujeres son algo así como turistas en mi identidad. Son quienes visitan “ser mujer” y desconocen lo que significa vivir allí permanentemente.

Se pasean por la zona céntrica, nunca por los márgenes, compran souvenirs estereotípicos y desconocen los impuestos que pagamos, la criminalidad de algunas zonas, o como se vive allí en invierno. No saben que eso que ellos perciben como divertido siendo turistas, es el show que nos vemos obligadas a representar para sobrevivir…Les parece un chiste lo que hacemos o como nos vestimos. Porque el turista está de vacaciones y observa sin mayor implicación.

El problema además de quienes van de vacaciones es que en su desapego a menudo se permiten la desfachatez de dejarlo todo hecho un asco sabiendo que no tendrán que limpiarlo.


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Este articulo es una traducción de mi original en inglés publicado en FiLiA


En estos días en los que incluso un término como “identidad” se ha corrompido, pienso en la mía, que siempre ha sido algo confusa, nací en Alicante, España, pero me mudé a Londres cuando tenía 18 años, durante el confinamiento, junto con mi familia, me mudé a Glasgow, y como feminista estoy hecha de lo que he aprendido de muchas mujeres que conocí desde que llegué a Inglaterra y me inspiraron, del cálido y encantador apoyo de mis hermanas feministas escocesas y de la fuerza de las mujeres españolas que conozco. Soy una orgullosa voluntaria de FiLiA una organización que se compone de muchas mujeres de todas partes del mundo, pero sigo totalmente conectada con los problemas de mis hermanas en España, porque culturalmente soy consciente de ellos, son parte de quién soy y trato de apoyarlas de la mejor manera posible. Así que cuando se estaba organizando una manifestación nacional por la abolición de la prostitución para el 28 de mayo en Madrid, sentí que tenía que estar allí. Y me gustaría decir que estoy muy agradecida a FiLiA e Igualdad Raspeig en especial, pero también a todas mis hermanas por el apoyo que hicieron posible que yo pudiera estar allí.


Fue un viaje de última hora y tal como solemos ser mi cultura y yo, fue intenso y emotivo.



La manifestación fue organizada por Plataforma de Mujeres para la Abolición de la Prostitución (PAP) y apoyada por 175 asociaciones feministas de todos los rincones de España. Se habían contratado autobuses desde las principales ciudades para llegar al centro de España, la Plaza de Cibeles en el centro de Madrid y el plan era caminar hasta Plaza España a través de la Gran Vía, la avenida más popular de la capital. Tomé un vuelo a Alicante el viernes por la noche y a través de una conversación muy apresurada con Marta de Igualdad Raspeig en twitter conseguí un espacio en el “autobús feminista” como yo lo llamaba. El autobús salía de Alicante el sábado a las 6 de la mañana. Sin apenas dormir y aún a oscuras me encontré con todas las mujeres que esperaban el bus y que parecían tan dormidas como yo en ese momento. Aparecí con una bandera improvisada que hice con nuestro fabuloso trapo de cocina de la artista Emma Dolan y usando el palo de una red de pesca.


Autobús feminista abolicionista alicante manifestación 28M

Se intercambiaron algunos tímidos “buenos días”, y muchas de las mujeres se sorprendieron cuando dije que venía de Glasgow. Todavía estábamos hablando en voz baja y sólo con las que estaban a nuestro lado al comienzo de nuestro viaje, me dieron la oportunidad de presentarme con el micrófono en el autobús y muchas mujeres me reconocieron por seguirme en redes sociales. En la única parada de nuestro viaje, a las 8:30 am, me di cuenta de que una de las pasajeras era una mujer que no veía desde hace 27 años, cuando ninguna de las dos éramos feministas, y ella era amiga de mi hermano mayor, por aquel entonces yo tenía solo 20 años. Ana Fernández. No podíamos creerlo. Fue sólo el comienzo de un viaje muy emotivo, pero los viajes de las mujeres a menudo lo son.



Ponerse al día, por supuesto, implica intercambiar fotos de niños, reflexionar sobre los altibajos de nuestras vidas, pero también revelar nuestra ira, compartir lágrimas, insultar al patriarcado que nos llevó directamente al presente como una explicación de lo que nos hizo sentarnos en ese autobús que va a Madrid.


Pero los ánimos empezaron a calentarse y nos animamos a ensayar algunas de las consignas que íbamos a gritar más tarde, unas más irónicas que otras, unas con más rabia que otras, pero todas ellas expresando nuestra verdad colectiva de la que nunca se habla lo suficiente.


Llegar a Madrid y ver todas las banderas feministas, los diferentes logos y ciudades unidas por la paleta de colores sufragista, fue como ver un león despertarse en una jaula preparándose para rugir.

Ya sin sueño, y con algún café, la energía entonces se veía claramente, otras mujeres de todas partes de España nos saludaban camino al punto de encuentro. Mientras caminábamos alguien vino y se ofreció a pintarme la cara con maquillaje morado, entonces Pepi la increíble organizadora de nuestro grupo repartió carteles, me pusieron uno en el cuello que decía: “No se nace puta, el patriarcado te lleva a serlo"



Mara Ricoy Matriactivista con la bandera de FiLiA en la manifestación feminista abolicionista


rituales para guerreras de una guerra que nunca empezamos, que nadie ve.

Y en medio de la emoción de esperar a que llegaran todos los buses para iniciar la marcha, una observación muy tangible y mundana, hacía mucho calor, demasiado calor. Madrid hervía a 34 grados centígrados, y sin apenas sombra durante toda la marcha. Las principales carreteras que atraviesan Madrid habían sido cortadas para nosotras, la prensa ya estaba allí.

Fui entrevistada por uno de los principales canales de televisión, la emoción de que nuestras voces fueran escuchadas era palpable, en todas nosotras, también en mí al hablar con la periodista, y la sororidad también. La prensa me preguntó por los motivos para estar allí y yo recalqué que la abolición era algo que mis compañeras en España venían pidiendo desde hace años y que la manifestación era un recordatorio ante la falta de acción sobre la LOASP. La LOASP es una propuesta de ley abolicionista creada por una plataforma de asociaciones de feministas y mujeres formada en 2002, en la que llevan trabajando desde 2019, una ley que esperamos ver hecha realidad. También le comenté a la periodista sobre la necesidad de deconstruir toda la estructura que sustenta la prostitución y la opresión de las mujeres.

Rápidamente pregunté qué cuándo iba a salir al aire la entrevista, “en las del mediodía” me respondieron.


Luego vinieron los abrazos y las sorpresas mientras esperábamos para empezar la marcha, mujeres que sólo conozco virtualmente aparecían ahora frente a mí, muchas de mis admiradas compañeras ahora se volvían reales, nuestras voces se unían tomando las calles.

La única representación del actual gobierno que reconocí entre la multitud fue Carmen Calvo, ex vicepresidenta, y quien me pareció estar más en calidad de mujer y feminista que política, o al menos eso fue lo que sentí cuando la vi con las demás. Carmen Calvo es del PSOE, un partido de izquierda que actualmente gobierna en coalición con Podemos, un partido populista comunista que se dice feminista, pero según muchas mujeres en mi autobús es ahora la mayor decepción y traición al feminismo en la historia de España. Y probablemente eso fue lo que me hizo sentir que Carmen Calvo estaba allí más como mujer y feminista que en una representación oficial de su partido, ella siempre ha dejado claro y en público que está en contra delas leyes de autoidentificación y la ideología de género. Algo que Podemos está intentando implantar en España. Sin embargo, cuando la prensa le preguntó, por supuesto, inteligentemente dijo que el PSOE es abolicionista.


Mientras caminaba por la marcha, los eslóganes sonaban fuertes y poderosos a pesar del calor y el cansancio, me empecé a preocupar por mí y mis compañeras mayores allí, cuando vi una ambulancia que se acercaba a la manifestación... Más tarde supimos de pequeños incidentes de golpes de calor, pero la voz colectiva persistió, con recordatorios sobre la necesidad de desenmascarar a los proxenetas y hombres que acuden a prostitutas. El grito más significativo fue “Putero pagando también estás violando” y el que me dio escalofríos fue “cuidado podrías tener un putero a tu lado” Y esa fue la sensación más evidente que tuve cada vez que miraba las expresiones confusas de todos esos hombres en la acera mirándonos fijamente, cuántos de ellos son partícipes de este crimen, cuántos de ellos eufemísticamente en bromas, comentarios y silencios, están siendo constantemente cómplices del sufrimiento de las mujeres, cuántos de vosotros hombres, fuisteis iniciados en el sexo violando y pagando, cuántas de esas violaciones fueron percibidas como parte normalizada de lo que hay que hacer, cuántos de los que pasan junto a nosotros, hombres de familia, hombres de negocios , jóvenes, viejos, creen que eso es normal, natural y positivo, y que esclavizar a las mujeres para su placer y abuso es parte de (su) vida.


Tuve que tomarme un descanso porque me sentía bastante mal con el calor, pero quería estar allí, quería gritar, estaba rabiosa, rabiosa con los transeúntes por no estar tan enfadados como yo, rabiosa con los jóvenes británicos que al no entender lo que estábamos haciendo, se mofaban mientras caminaban a través de nuestra marcha, estaba rabiosa como lo estoy todos los días con un mundo que sabe de la explotación de las mujeres y no sólo la observa y calla sino que participa y se beneficia de ella.

Estaba enfadada también con el pobre tipo que apenas hablaba español e intentó hacer caja en la marcha vendiéndonos pañuelos feministas -”Un hombre vendiéndonos nuestro feminismo”-pensé, qué metáfora tan perfecta sobre el estado político de la situación actual.

También me enfadé con quienes leyeron el cartel que llevaba puesto y torcieron la cara en disgusto, porque “puta” como palabra en español es tan usada y abusada como las mujeres que se nombran con ella. En español para insultar a alguien se dice “hijo/a de puta” algo que las feministas ahora hemos cambiado por “hijo/a de putero”.

Cuando algo es muy bueno en español se dice “de puta madre”.

El lenguaje para mí, como intérprete, es la expresión de la cultura, y la prostitución es parte de la cultura de España, banalizada, normalizada, mofada e integrada. No en vano, es el segundo país europeo con mayor número de hombres pagando por abusar de mujeres, los datos de 2009 sugieren que hasta uno de cada tres hombres españoles había pagado por “sexo”, y otro que la cifra puede llegar a 39 %. En 2011, un estudio de las Naciones Unidas citaba a España como el tercer mayor centro de prostitución del mundo, por detrás de Tailandia y Puerto Rico.

Actualmente, la prostitución no está regulada en España, y no hay sanción siempre que no se realice en espacios públicos, lo que ha dado lugar ahora a un tipo diferente de proxeneta que también es un “casero”. La industria ha tenido un gran auge desde su despenalización (1995) y se estima que alrededor de 300.000 mujeres son prostituidas en España.

Esto genera 5 millones de euros al día, y las mujeres prostituidas son pobres, echad la cuenta patriarcal, siempre funciona, un ganador a costa de multitud de víctimas, y quién es quién es algo que se decide por la cuestión ineludible y binaria de tu sexo al nacer. Nada remotamente lógico, justo o saludable en tal ecuación.

Y no es casualidad por tanto que el 28M sea el día internacional de acción por la salud de la mujer. Estaba pensando en todo esto cuando me

encontré con el grupo más pequeño de mujeres dentro de la marcha, tan solo dos de ellas con una pancarta que decía “supervivientes por la abolición” sin darme cuenta, había encontrado el corazón de la manifestación. Ellas eran, Kamilla Ferreira y Carol L., me presenté gritando por encima de los intensos tambores feministas y les pregunté, al igual que a todas las demás “¿por qué estáis aquí?”, y entonces fue cuando la realidad me golpeó más que todo el calor que estaba experimentando. Una hermosa y sonriente mujer con un fuerte acento portugués dijo: “Soy Kamilla, fui traficada y sacada de Brasil cuando tenía 14 años” para después pasar a enumerar todos los países a los que fue llevada y explotada, Chile, México, Tailandia… Yo apenas podía seguirla en ese viaje al infierno, mi estómago y mi corazón parecían haberse detenido al pensar en una niña de 14 años separada de su familia para ser violada durante 30 años... La miré sin palabras y todo lo que pude hacer fue darle un abrazo, luego señaló a una mujer que estaba detrás de mí y dijo: “ahí está la que me salvó, la verdadera heroína”, la mujer señalada rechazó humildemente cualquier crédito. No llegué a saber su nombre, pero sí que es la jefa y colega de Kamilla. Me dirigí a ella y le pregunté sobre su amistad y me habló con mucho amor y admiración de Kamilla, me contó sobre su trabajo y también que Kamilla está estudiando tanato-estética (maquillaje mortuorio) y agrega: “Kamilla dice que prefiere a los muertos, ya que los vivos le han hecho demasiado daño”.

Todavía procesando cada palabra, posé junto a ellas para una foto




Manifestación feminista abolicionista supervivientes 28M

antes de hablar con Carol, a quien conozco de redes sociales, aunque más tarde en el autobús descubrí que no apenas la conozco, tras leer su historia en un artículo, ni siquiera puedo comenzar a comprender cuánta violencia puede soportar una mujer en una vida y seguir de pie, y estar allí para las demás, luchando por nuestra liberación.

Le pedí a Carol su opinión sobre la narrativa que dice que las abolicionistas no tenemos derecho a hablar en nombre de las mujeres prostituidas, ella dice claramente que es absurdo, y concluye: “las feministas abolicionistas son las únicas compañeras que tenemos en esta lucha”.


Con un guiño sororo y la promesa de seguir en contacto, continue andando entre todas las mujeres tratando de no desmayarme con el calor mientras continuaba con mi misión de conocer a tantas mujeres como fuese posible.

Sentía la responsabilidad de amplificar sus voces, algo que es el centro del trabajo de FiLiA, necesitaba que mis compañeras españolas fueran escuchadas por mis compañeras británicas, sentía la urgencia de que el feminismo internacionalista grite colectivamente, y quería contarles a todas las españolas el trabajo que hacemos en FiLiA , necesitamos todas nuestras voces, necesitamos todas nuestras historias, necesitamos que las mujeres no solo estén presentes en el mundo, sino que sean destacadas, escuchadas, elevadas, curadas, a salvo… ¡14 años! El eco de las palabras de Kamilla me apretaba la mandíbula al gritar las consignas, mis propias experiencias de haber estado quizá cerca de ese abismo me venían a la mente, recordando como de adolescente acudí a entrevistas falsas anunciadas apelando a mi ego incauto: “ buscamos bailarinas jóvenes, oportunidades para ser modelo" y a veces pienso que escapé por poco, no sé ni cómo…Pensaba también en cómo normalicé mi auto objetificación cuando a los 17 años bailaba como “go-go” en discotecas sintiéndome una diosa sin saber aún que los buitres sólo me veían como un trozo de carne…Y es que yo era hija de alguien que ya ni siquiera se sentía diosa y entonces pensé en mi hija, en nuestras hijas… Sentí que estaba a punto de desmayarme y salí un momento de la marcha para caminar por la sombra sintiéndome culpable, por no estar sosteniendo las pancartas, pero las lecciones de sororidad llegaron rápido y fueron muchas, una compañera me puso crema solar, mientras me llamaban acortando mi nombre en redes algo que me hacía gracia, y me cuidaron como si realmente me conocieran, "Matri, te estás quemando, ten cuidado", otra compartió agua, me preguntaban si estaba bien y si necesitaba algo. Sentí como si todas las hermanas que nunca había tenido estuviesen allí.

Y allí estaban.


Llegamos al final de la marcha y mujeres en representación de las 175 organizaciones de apoyo leyeron sus manifiestos y objetivos, la prensa hizo fotos, muchas. Y finalmente nos disolvimos de nuevo en el patriarcado, en las guerreras menos poderosas que nos hacen creer que somos. Sentí claramente que había perdido mi poder cuando me separé del grupo y me enfrenté a la gran multitud de hombres que se preparaban para sus propios rituales en torno a la final de la Liga de Campeones. Las manadas de hombres burlándose de mis colores y haciendo chistes sobre mi bandera, fue una bofetada de realidad, tan repentina y tan familiar, que tuve que refugiarme en un bar para descansar y comer algo. Me sentí débil de nuevo, como si Superman se hubiese caído en Krypton.

Busqué noticias en el móvil, fotos, y vi que apenas habían cubierto la noticia más allá de la ineludible obligación de informar sobre la noticia, lo Justo.


Mi entrevista y muchas otras nunca llegaron a la tele, el tiempo dedicado a nuestro movimiento y acción por parte de la prensa fue espectacularmente ínfimo.

La noticia, según los diarios, iba de una manifestación de 3.000 personas a 7.000 personas (nunca mujeres). Creo que la policía y la organización sugirieron entre 8.000 y 10.000. Las noticias a eso de las 4 de la tarde ya se habían trasladado con mucha rapidez a informar sin tregua sobre la final de la Liga de Campeones.

La victoria ya era de los hombres en las calles de Madrid, lo que me recordó el tuit del Centro Nacional contra la Violencia de Género en Reino Unido que decía: “No todo el mundo está deseando que llegue el partido de esta noche...

Los casos de violencia machista aumentan un 26 % cuando Inglaterra juega y un 38 % si pierde. “

Y también me recordó que el equipo femenino del Rayo Vallecano tiene un entrenador al que se le grabó animando a otros hombres a violar a las chicas del equipo, y recordándoles que fueran listos y esperaran a que tuviesen 18. A pesar de nuestras quejas diarias sigue en su puesto .


Algunos podrían pensar que no debería tener problema con los futbolistas, son héroes en nuestra sociedad, recientemente me invitaron muy amablemente a hablar con los niños y niñas de la escuela de mi hija en Escocia sobre profesiones. Muchos chicos me dijeron que querían ser futbolistas. Pero ninguno de ellos, niños o niñas me dijo que quería crecer para ser explotado.

Yo ahora elijo a mis héroes con cuidado y aunque no me gusta el fútbol me gusta mucho una futbolista española llamada Paula Dapena que se negó a ponerse de pie y rendir homenaje a Maradona, quien fue, según la evidencia fotográfica, un pedófilo y abusador de mujeres prostituidas.

Me gustaría que hubiese más niños y niñas inspirados en mujeres como Paula y menos en Maradona. Y como recordamos en nuestras consignas “la pornografía no es educación”. Y aunque como decíamos nadie nace para ser puta, unas son manipuladas para serlo y otros para aprender a violarlas.


Ninguna niña nace para ser puta, eso gritamos a todo pulmón pero nuestros pulmones parecen los de un pajarito en medio de un bosque en llamas.


Confieso que en ese momento mientras comía me sentí un poco derrotada y luego pensé, todo esto pasa con nosotras pidiéndole cuentas al patriarcado por sus crímenes, no quiero ni aventurarme a pensar cómo sería el mundo sin el feminismo.

Eso lo tuve claro. Y se volvió aún más relevante cuando aproveché el descanso para leer una entrevista con Kamilla Ferreira donde explicaba que la segregación de las mujeres en la prostitución era deliberada, y cómo mientras eran traficadas se les impedía aprender el idioma de las demás. Y pensé: “por supuesto, ese es nuestro poder, nuestras redes y nuestras voces”.


Nuestras redes son más que conexiones, son prevención, atención, oportunidad, seguridad y salud, siempre lo han sido y no debemos subestimarlas. Ahí está nuestra fuerza, ese es nuestro rugido en la jaula. Esa es la luz que nunca se apaga. Ese es el poder de todas nosotras, y de nosotras mismas.


Finalmente volvimos al punto de salida del autobús en pequeños grupos, y contando nuestras historias sobre cómo habíamos sobrevivido el calor. Subimos al autobús de regreso a las 5 de la tarde unidas en nuestro agotamiento, físico y emocional.

Pero con un sentido de fuerza en nuestro movimiento y objetivos comunes.

De camino a casa sentí que sabíamos un poco mejor quiénes éramos y por qué nos necesitamos unas a otras. Hablé ya con más calma con todas las mujeres del autobús y descubrí que eran mujeres de todas las edades, muchas con una larga trayectoria en el feminismo local de la provincia de Alicante.

Dentro de las instituciones, como académicas, como madres, como líderes de las nuevas generaciones, cuidando a las mujeres explotadas, yendo a tantas reuniones como pueden.


Feministas alicantinas abolicionistas

Les pedí que firmaran el cartel de la manifestación, para poder llevármelas conmigo de alguna manera.



Regresé a mi asiento y comencé a llorar, porque de repente me di cuenta, estas mujeres son de mi ciudad, muchas de ellas estaban ya allí antes de que yo naciera, y también otras como ellas, y no pude evitar imaginar cómo habría sido mi vida si mi madre o yo hubiésemos conocido a alguna de ellas antes.

Me alegré por las muchas niñas y mujeres cuyas vidas de alguna manera serán mejores al conocer a alguna de ellas, “mis compañeras”.

Porque el mundo, al igual que yo, es mejor gracias al feminismo, pero nacer mujer en un orden patriarcal sigue siendo un acto de resistencia y supervivencia. Y no nos detendremos hasta que todas las mujeres en todas partes sean libres y nazcan libres.



Estoy tratando de escribir todo esto durante una fresca mañana de lunes ya de vuelta en Glasgow y antes de que cualquier detalle de lo que importa se evapore, cuando un pequeño pero poético detalle se abre paso en mi mente, la manifestación comenzó en la fuente más famosa de España, Cibeles. La diosa Cibeles, a la que se asociaba principalmente con la fertilidad, pero también conocida por su fuerza salvaje y por curar y proteger a su pueblo durante la guerra.


Fui a Madrid sintiendo que cruzaba algún tipo de frontera feminista, intentando conectar países. Ahora siento que mi identidad como mujer y feminista es clara, tan clara como siempre. Soy una mujer en un mundo patriarcal y me defenderé y defenderé a mis hermanas en cualquier parte de las injusticias que sufrimos individual y colectivamente. El feminismo es universal y atemporal, como lo es nuestra lucha.


Y después de aquel día en Madrid diría que estamos más conectadas de lo que nunca lo hayamos estado en nuestra historia feminista.


Cuando acabo de escribir este texto, llegan noticias de España anunciando que el PP apoyará al PSOE en la votación de una ley abolicionista, la prensa ha recuperado a toda prisa muchas más fotos de la manifestación del sábado para hablar de cómo podría ser una realidad que para el 2023 se castigue a proxenetas y puteros así como a quienes regenten clubs y pisos con fines de explotación sexual.

Lloro de nuevo.

Yo sólo veo diosas.





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